“Hace unos meses, coincidiendo con mi cumpleaños,
hice balance de lo que había sido mi vida
hasta el momento. Pensé que había hecho muchas
cosas y muy diferentes, que había conocido gente
muy interesante, que había estado en lugares muy
distintos, y que, siempre, había podido crear con total
libertad y hacer a la gente disfrutar con mi pintura.
Por todo esto, yo creo que puedo decir que el balance
ha sido bastante bueno”. Esta frase podría pertenecer
perfectamente a alguien que ya se encuentra en una
etapa de madurez, en la que toca echar la vista atrás
y ver cómo hemos dirigido nuestra vida. Lo sorprendente
es que quien la pronuncia acaba de cumplir 22
años. Su nombre es Hugo Fontela, y conviene memorizarlo,
porque este joven pintor es uno de los más
prometedores del panorama nacional.
No deja de ser curioso que, a tan corta edad, este asturiano
afincado desde hace más de tres años en Nueva
York se haya convertido en un referente en el mundo
del arte. “Pertenezco a una generación que, pictóricamente,
no existe”, comenta Fontela, aún sorprendido
porque en escuelas de pintura se tome su obra como
ejemplo. “Me asombra ser un referente para mi
generación. Yo no me creo modelo de nada. He hecho
un recorrido vital que parece difícil pero que, en realidad,
es factible”. Y no se trata de falsa modestia. Hugo
Fontela ha hecho una carrera meteórica pero conserva
la frescura de sus 22 años. Cercano y simpático, este
pintor agradece cada muestra de reconocimiento que
recibe como si fuera la primera. Puede ser porque
parece tener los pies bien amarrados a la tierra y por
la concepción que tiene del éxito. “El éxito no existe,
no es algo que puedas meter en el bolsillo y poseerlo,
es algo demasiado relativo”. Por lo pronto, este joven
la promesa se consolida
hice balance de lo que había sido mi vida
hasta el momento. Pensé que había hecho muchas
cosas y muy diferentes, que había conocido gente
muy interesante, que había estado en lugares muy
distintos, y que, siempre, había podido crear con total
libertad y hacer a la gente disfrutar con mi pintura.
Por todo esto, yo creo que puedo decir que el balance
ha sido bastante bueno”. Esta frase podría pertenecer
perfectamente a alguien que ya se encuentra en una
etapa de madurez, en la que toca echar la vista atrás
y ver cómo hemos dirigido nuestra vida. Lo sorprendente
es que quien la pronuncia acaba de cumplir 22
años. Su nombre es Hugo Fontela, y conviene memorizarlo,
porque este joven pintor es uno de los más
prometedores del panorama nacional.
No deja de ser curioso que, a tan corta edad, este asturiano
afincado desde hace más de tres años en Nueva
York se haya convertido en un referente en el mundo
del arte. “Pertenezco a una generación que, pictóricamente,
no existe”, comenta Fontela, aún sorprendido
porque en escuelas de pintura se tome su obra como
ejemplo. “Me asombra ser un referente para mi
generación. Yo no me creo modelo de nada. He hecho
un recorrido vital que parece difícil pero que, en realidad,
es factible”. Y no se trata de falsa modestia. Hugo
Fontela ha hecho una carrera meteórica pero conserva
la frescura de sus 22 años. Cercano y simpático, este
pintor agradece cada muestra de reconocimiento que
recibe como si fuera la primera. Puede ser porque
parece tener los pies bien amarrados a la tierra y por
la concepción que tiene del éxito. “El éxito no existe,
no es algo que puedas meter en el bolsillo y poseerlo,
es algo demasiado relativo”. Por lo pronto, este joven
la promesa se consolida
RECUERDOS
A la pregunta de cuál de sus obras es su hija predilecta, él
responde que aún no la ha pintado. Y luego añade que, en
realidad, lo que más le gusta son partes de sus cuadros,
más que cuadros enteros. Entonces abre el catálogo y me
enseña: “¿ves? de aquí me gusta este puntito y de este
otro esta forma que una vez me salió y ya no he podido
volver a hacerla, y de aquí pues estas líneas.” “¿Por qué?”,
le pregunto, “no sé, me parecen simpáticas”, me responde
con un acento asturiano que aún no ha perdido por tierras
anglosajonas. Y sonrío porque me hace gracia esa manera
divertida con la que mira sus propias obras. Luego me
explica en qué consisten sus pinturas. “Son imágenes
borrosas, paisajes que saco de mis recuerdos, sedimentos
de mi memoria...”. Y así, pasamos por un puerto, un
embarcadero, una escombrera, y por distintos lugares,
como Japón, Nueva York o Asturias. Todas sus pinturas
guardan el misterio de un paisaje quieto, apenas insinuado.
“Es un poco todo y nada”, explica, “porque no hay muchos
elementos figurativos, pero están concentradas todas las
emociones. Lo puedes mirar y no ver nada o puedes entrar
en el cuadro y descubrirlo todo”.
A la pregunta de cuál de sus obras es su hija predilecta, él
responde que aún no la ha pintado. Y luego añade que, en
realidad, lo que más le gusta son partes de sus cuadros,
más que cuadros enteros. Entonces abre el catálogo y me
enseña: “¿ves? de aquí me gusta este puntito y de este
otro esta forma que una vez me salió y ya no he podido
volver a hacerla, y de aquí pues estas líneas.” “¿Por qué?”,
le pregunto, “no sé, me parecen simpáticas”, me responde
con un acento asturiano que aún no ha perdido por tierras
anglosajonas. Y sonrío porque me hace gracia esa manera
divertida con la que mira sus propias obras. Luego me
explica en qué consisten sus pinturas. “Son imágenes
borrosas, paisajes que saco de mis recuerdos, sedimentos
de mi memoria...”. Y así, pasamos por un puerto, un
embarcadero, una escombrera, y por distintos lugares,
como Japón, Nueva York o Asturias. Todas sus pinturas
guardan el misterio de un paisaje quieto, apenas insinuado.
“Es un poco todo y nada”, explica, “porque no hay muchos
elementos figurativos, pero están concentradas todas las
emociones. Lo puedes mirar y no ver nada o puedes entrar
en el cuadro y descubrirlo todo”.
RIGOR Y ALTRUISMO
Hugo Fontela vio como su carrera profesional despegaba después de recibir el Premio BMW. Un auténtico trampolín para jóvenes artistas, como también lo fue entonces para el reconocido pintor José Vega Osorio, el primer ganador de estos premios hace ya 24 años. Siguiendo el lema de “El arte por el arte”, los premios BMW son más un mecenazgo que un patrocinio. “Es una inversión que no espera retorno”, indica Eduardo Villaverde, presidente ejecutivo de BMW Group España, “un impulso a la pintura española que ha logrado que se abrieran las puertas de importante galerías a numerosos artistas en las dos últimas décadas”. En mayo se abrió la convocatoria para la XXIII edición que permanecerá abierta hasta septiembre. En noviembre, el jurado elegirá al ganador del primer premio, que se llevará 35.000 euros, y recibirá el galardón de la mano de S.M. la Reina Doña Sofía. Otro joven pintor obtendrá la beca Mario Antolín, con 9.000 euros, que deberá gastar en su formación artística. Lo mismo que el ganador del Premio al talento más joven, un niño de entre 8 y 14 años que contará con 4.000 euros para desarrollar sus aptitudes pictóricas. Llevados con rigor y transparencia, estos galardones constituyen un importante referente en el ámbito artístico de nuestro país y han logrado consolidarse en un mundo difícil, donde un pequeño rumor de favoritismo o interés personal puede destruir cualquier iniciativa de estas características. Todos los beneficios obtenidos son donados a la fundación Un Mundo en Armonía.
Fuente: ORUS magazine